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lunes, 19 de marzo de 2012

Los cuatro dragones (cuento Chino)



Hace muchos, muchos años, no había ríos ni lagos sobre la Tierra, solo el Mar del Este, donde vivían cuatro dragones: el Dragón Largo, el Dragón Amarillo, el Dragón Negro y el Dragón Perla.
Un día, los Cuatro Dragones salieron a la superficie del mar y decidieron ir a darse una vuelta por el cielo. Allí jugaron al escondite entre las nubes esponjosas, volaron y planearon, saltaron y rieron.


De repente, el Dragón Perla gritó: -¡Venid aquí, rápido!

-¿Qué ocurre? - preguntaron los otros tres, mirando hacia dónde señalaba el Dragón Perla. Sobre la tierra, vieron a mucha gente sacando frutas y tartas y quemando varitas de incienso. ¡Estaban rezando! Una mujer joven, arrodillada en el suelo con un niño delgado sobre la espalda, imploraba:

- Por favor, Dios del Cielo, envíanos lluvia rápido o no tendremos nada para comer?.
No había llovido desde hacía mucho tiempo. Los cultivos se marchitaban, la hierba se volvía de color amarillo y los campos se secaban bajo el sol abrasador.
- ¡Pobre gente! ¡Qué pena me dan!- dijo muy triste el Dragón Amarillo.

- Si no llueve pronto, no tendrán nada para comer y morirán?- dijo el Dragón Negro.

Los Cuatro Dragones se quedaron muy pensativos buscando alguna solución para ayudar a la gente de la Tierra.

- ¿Y si fuéramos a ver al Emperador Jade y le pidiéramos que enviara lluvia a la Tierra? - propuso el Dragón Perla.

- ¡Muy buena idea! - contestó el Dragón Amarillo.

- ¡Sí! ¡Seguro que él podrá ayudar a esa pobre gente! - contestó el Dragón Negro.

Así que los cuatro Dragones se dispusieron a visitar al poderoso Emperador Jade, que vivía en el Palacio Celestial.

El Emperador Jade era muy poderoso, ya que se encargaba de los asuntos del Cielo, de la Tierra y del Mar. Los cuatro Dragones entraron corriendo en el Palacio Celestial. El problema que les traía era realmente urgente, pero al Emperador no le gustaron aquellas prisas, ya que estaba en un concierto de hadas.

- Qué estáis haciendo aquí, vosotros? - les preguntó enfadado. - ¿No deberíais estar en vuestro Mar?

El Dragón Largo se acercó al Emperador y le dijo: - Majestad, hemos venido a pedirle que envíe un poco de lluvia a la Tierra. Los cultivos en la Tierra se están secando por falta de lluvia y pronto las gentes no tendrán nada para comer.

- Está bien- dijo el Emperador Jade.- Iros tranquilos. Mañana enviaré la lluvia.- Y siguió escuchando tranquilamente las canciones de las hadas.

- ¡Muchas gracias Majestad! - contestaron felizmente los Cuatro Dragones.

Pero pasaron diez días y todavía no había caído una gota de agua sobre la Tierra. La gente pasaba hambre. Comían cortezas de árbol o raíces de plantas y cuando esto se acabó, comieron incluso arcilla.

Viendo esto, los Cuatro Dragones se sintieron muy mal y se dieron cuenta que el Emperador Jade sólo se preocupaba de pasárselo bien, sin tomar en serio los problemas de la gente. Sólo podían confiar en ellos mismos para ayudar a la gente de la Tierra. Pero, ¿cómo iban a hacerlo?

Mirando hacia el mar, el Dragón Negro dijo que había tenido una gran idea.

- ¿Qué es? Venga, rápido, ¡cuéntanoslo! - gritaron los otros tres Dragones.

- Mirad, ¿no veis que hay muchísima agua en el mar en el que vivimos? ¡Podríamos llenar nuestras bocas de agua y luego rociarla sobre la Tierra! ¡Sería como la lluvia!- explicó el Dragón Negro.

- Es una idea fantástica - dijo el Dragón Amarillo.

- Los campos se regarán y la gente podrá recoger las cosechas y no morirá de hambre! ¡Vamos chicos, no hay tiempo que perder!

- Esperad un momento- dijo el Dragón Perla muy pensativo.

- ¿Qué ocurre ahora? ¿No ves que tenemos prisa? - contestó el Dragón Largo. - ¡La gente de la Tierra está esperando la lluvia!

- ¿No habéis pensado que el Emperador Jade nos castigará si se da cuenta?

- A mi no me importa- contestó el Dragón Largo con determinación. -Haría lo que fuera para ayudar a esa gente.

- ¡Pues a mi tampoco me importa! - contestó el Dragón Perla.

El Dragón Amarillo y el Negro se miraron y dijeron a la vez: - ¡A nosotros tampoco!

- Entonces, ¡manos a la obra! ¡Pase lo que pase, nunca nos arrepentiremos de esto!- exclamó el Dragón Negro.

Así que volaron hacia el mar. Abrieron bien sus bocas y las llenaron de agua. Volvieron a alzar el vuelo y revolotearon por el cielo, produciendo viento. Sus alas taparon el sol y la gente miró al cielo creyendo que de verdad se avecinaba una gran tormenta. Entonces los cuatro Dragones empezaron a pulverizar el agua sobre la tierra.

Cuando habían vaciado sus bocas, volvían a llenarlas en el mar y subían al cielo otra vez. Y así lo hicieron una vez y otra, hasta que había caído una buena lluvia sobre la Tierra.

La gente salió de sus casas mirando hacia el cielo y gritando con alegría: - ¡Está lloviendo, está lloviendo! ¡Salvaremos la cosecha!

El agua cayó sobre la Tierra y los campos reverdecieron. La gente cantaba para agradecer al Dios del Cielo la lluvia y los niños bailaban y saltaban sobre los charcos de agua.

Cuando el Emperador Jade se dio cuenta que estaba lloviendo se puso furioso. ¿Cómo se habían atrevido a llevar lluvia a la Tierra sin su permiso? Ordenó que sus soldados fueran a buscar a los Cuatro Dragones y los trajeran ante él. Estaba dispuesto a castigarlos muy duramente por haberlo desobedecido.

Cuando los Dragones estuvieron en el Palacio Celestial, el Emperador Jade llamó al Dios de la Montaña y le ordenó que trajera cuatro montañas para encerrar a los Cuatro Dragones. El Dios de la Montaña trajo volando cuatro montañas y las colocó sobre los cuatro Dragones, que quedaron atrapados sin poder moverse.

Aún así, los Cuatro Dragones nunca se arrepintieron de lo que habían hecho, porque habían ayudado a gente que lo necesitaba.

Convencidos de querer hacer siempre buenas acciones para ayudar a los hombres, los Cuatro Dragones se convirtieron en cuatro ríos, que fluyeron a lo largo de altas montañas y profundos valles, cruzando la tierra y ofreciendo su agua a las gentes, para llegar finalmente al mar. Y de esta manera se formaron los cuatro grandes ríos de China el Heilongjian (el Dragón Negro) al norte, el Huang He (el Dragón Amarillo) en el centro; el Changjiang (Iang-Tsé o río Largo) al sur y el Xi Jiang (Perla) en el lejano sur.

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