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miércoles, 1 de mayo de 2013

El taoísmo (China)




El taoísmo es una tradición filosófica y religiosa que lleva más de dos milenios ejerciendo su influencia en los pueblos del Extremo Oriente. Literalmente ‘enseñanza del camino’
La palabra tao suele traducirse por ‘vía’ o ‘camino’, aunque tiene innumerables matices en la filosofía y las religiones populares chinas. La transcripción en pinyin es dao, cuya pronunciación más aproximada es /tao/.
El taoísmo filosófico se desarrolló a partir de los escritos de Laozi y Zhuangzi. Según la leyenda china, Laozi vivió durante el siglo VI a. C. y tradicionalmente se fecha en ese siglo la redacción del Dàodéjing, aunque según algunas investigaciones actuales es bastante posterior.
El objetivo fundamental de los taoístas es alcanzar la inmortalidad, si bien, a veces no se entiende esta literalmente, sino como longevidad en plenitud. De la misma manera, se decía que las personas que vivían en armonía con la naturaleza eran inmortales. Laozi fue deificado como dios taoísta ―un inmortal―, encabezando un enorme panteón de héroes folclóricos, generales famosos y sabios, todos los cuales alcanzaron la inmortalidad. Sin embargo, la antigua forma del taoísmo era la de una corriente filosófica y no una religión, por lo que los antiguos pensadores interpretaban por «inmortalidad» el hecho de autosuperación del propio ser en comunidad con el entorno, lo que implica buscar la superación y el progreso personal y colectivo, de acuerdo con la mutación constante que enseña el taoísmo.

Posteriormente, el taoísmo se mezcló con elementos del confucianismo, el budismo y la religión folclórica. La forma concreta de religión taoísta que fue llevada a Taiwán hace unos 300 años es típica de esta tradición. La característica más distintiva de la práctica actual es la adoración de los antepasados, junto con las deidades taoístas, lo que muestra el claro elemento tradicionalista del confucianismo y el culto religioso de las creencias míticas de Asia, las cuales ambas no eran válidas para los antiguos pensadores taoístas como Chuang Tsé.



Fundamentos del taoísmo

  El Taoísmo establece la existencia de tres fuerzas: una pasiva, otra activa y una tercera, conciliadora. Las dos primeras se oponen y complementan simultáneamente entre sí, es decir que son interdependientes de manera absoluta y funcionan como una unidad. Son el yin (fuerza pasiva/sutil, femenina, húmeda...) y el yang (fuerza activa/concreta, masculina, seca...). La tercera fuerza es el tao, o fuerza superior que las contiene. (Véase yin-yang).

El significado más antiguo que existe sobre el tao dice: «Yi yin, yi yang, zhè wei tao», es decir, "un aspecto yin, un aspecto yang, eso es el tao".
Puede ejemplificarse esta concepción a partir del significado de las palabras: literalmente, yang significa ‘la ladera luminosa (soleada) de la montaña’, y yin ‘la ladera oscura (sombría) de la montaña’; entiéndase la idea de montaña como símbolo de unidad. Así, aunque representan dos fuerzas aparentemente opuestas, forman parte de una única naturaleza.

El gran taoísta Lin An define el camino de la felicidad de la siguiente manera:
La gran mayoría de las personas
qué vacía y mal se siente, porque usa
las cosas para deleitar su corazón,
en lugar de usar su corazón para
disfrutar de las cosas.
El tao es algo que no puede ser alcanzado por ninguna forma de pensamiento humano. Es así que casi en su inicio, el Tao te king reza:
El tao que puede ser denominado tao
no es el verdadero tao.
Para este algo no existe nombre, dado que los nombres derivan de experiencias; finalmente, y por necesidad de ser descrito o expresado, se lo denominó tao, que significa ‘camino’ o ‘sendero [recto o virtuoso]’ que conduce a la meta.
Cuando Lao Tse habla del tao procura alejarlo de todo aquello que pueda dar una idea de algo concreto. Prefiere encuadrarlo en un plano distinto a todo lo que pertenece al mundo. Porque el tao es como el espacio vacío para que se manifieste el todo. «Existía antes del Cielo y de la Tierra», dice, y, efectivamente, no es posible decir de dónde proviene. Es madre de la creación y fuente de todos los seres.
El tao engendró la unidad.
La unidad dio origen a las dos facetas
las cuales dieron el ser a la tríada
y la tríada produjo los diez mil seres.
El tao tampoco es temporal o limitado; al intentar observarlo, no se lo ve, no se lo oye ni se lo siente. Es la fuente primaria cósmica de la que proviene la creación. Es el principio de todos, la raíz del Cielo y de la Tierra (la madre de todas las cosas). Pero si intentamos definirlo, mirarlo u oírlo, no sería posible: el tao regresa al no-ser, ahí donde es insondable, inalcanzable y eterno.


Todas las cosas bajo el Cielo gozan de lo que es, lo que es surge de lo que no es y retorna al no-ser, con el que nunca deja de estar ligado.
El tao del no-ser es la fuerza que mueve todo lo que hay en el mundo de los fenómenos, la función, el efecto de todo lo que es: se basa en el no-ser.
El mundo de los seres puede ser nombrado con el nombre de no-ser y el mundo de los fenómenos con el nombre de ser. Las diferencias recaen en los nombres, pues el nombre de uno es ser y el del otro, no-ser, pero aunque los nombres son distintos, se trata de un solo hecho: el misterio desde cuyas profundidades surgen todos los prodigios.
Al encontrar el camino que conduce de la confusión del mundo hacia lo eterno, estamos en el camino del tao.
El taoísmo excluye el concepto de ley y lo sustituye por el de orden. Es decir, las cosas son de determinada manera debido a que su posición en un universo en permanente movimiento les confiere una naturaleza que las obliga a ese comportamiento. Así lo explica Dong Zhongshu, filósofo chino del siglo II a. C.:
Cuando se vierte agua en el suelo, esta evita las partes secas y va hacia las que están húmedas. Si dos troncos se colocan en el fuego, este evita el mojado y enciende el seco. Todas las cosas rechazan lo que es distinto y siguen lo que es igual.
Del mismo modo, las cosas hermosas llaman a otras cosas en la clase de las hermosas, las repulsivas llaman a otras en la clase de las repulsivas. Esto proviene del modo complementario en que se corresponden las cosas de la misma clase. Las cosas se llaman unas a otras, lo igual con lo igual; un dragón trayendo lluvia; un abanico apartando el calor; el sitio donde ha estado un ejército, llenándose de zarzas... Las cosas, hermosas o repulsivas, tienen todas un origen. Si se cree que construyen el destino es porque nadie conoce dónde está su origen. No hay ningún suceso que no dependa para su inicio de algo anterior, a lo que responde porque pertenece a la misma categoría, y por eso se mueve.
La igualdad entre las dos primeras fuerzas entraña la igualdad de sus manifestaciones consideradas en abstracto. Por ello el taoísta no considera superior la vida a la muerte, no otorga supremacía a la construcción sobre la destrucción, ni al placer sobre el sufrimiento, ni a lo positivo sobre lo negativo, ni a la afirmación sobre la negación.
Las cosas cotidianas e insignificantes tienen un significado mucho más profundo del que nosotros le damos.
  Tao es el nombre global que se da al orden natural. El objetivo del tao es enseñar al hombre a integrarse en la naturaleza, enseñarle a fluir, a integrarse en sí mismo en concordancia y armonía. El tao no es un creador porque nada en el mundo se crea ni el mundo es creado. Enseñar a compenetrarse con esta naturaleza y armonía de tal modo que llegue a experimentar en su propio cuerpo sus ritmos vitales. Sintonizándose el cuerpo humano mediante una serie de ejercicios con estos ritmos, ganando así serenidad mental y energía física.
 Observando de la perspectiva del tao, se ve cómo todas las cosas se elevan, se vuelven grandes y luego retornan a su raíz. Vivir y morir es simplemente entrar y salir. Las fuerzas de la mente no tienen poder sobre quien sigue el tao. El camino del no-ser lleva a la quietud y la observación, y conduce de lo múltiple al uno. Para poder recorrer ese camino hace falta preparación interna. Mediante la práctica espiritual, la perseverancia, el recogimiento y el silencio se llega a un estado de relajación que debe ser tan sereno que posibilita la contemplación del ser interior, el alma, y así se logra ver lo invisible, escuchar lo inaudible, sentir lo inalcanzable.

 

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