Un aspirante espiritual recorrió enormes distancias para finalmente
encontrar a un maestro que vivía en una densa jungla. Se presentó ante
el maestro y le rogó:
—Por favor, venerable anciano, ruego de vuestra iluminada bondad que me instruyas espiritualmente. El maestro le pidió:
—Ve allí donde puedas recibir los rayos del sol y dime si se proyecta tu sombra contra el suelo.
El
discípulo hubo de caminar durante varias horas para salir del espeso
bosque y poder recibir los rayos solares. Vio, obviamente, cómo la
sombra de su cuerpo se reflejaba en el suelo. Luego regresó ante el
maestro, y entonces éste le dijo:
—Desnúdate. Ahora ve y cuéntame si tu cuerpo proyecta su sombra expuesto a los rayos del sol.
Tras
varias horas de caminata, el discípulo halló un claro y recibió los
rayos del sol. Después regresó junto al anciano, que le preguntó:
—Desnudo, ¿también has proyectado sombra? —Claro, señor, así ha sido.
El maestro le dijo:
—De
igual modo que vestido o desnudo proyectas la sombra de tu cuerpo en
cualquier lugar, situación o circunstancia, tú eres el testigo. Descubre
quién es el testigo y habrás empezado a descubrir quién eres tú.
Persevera. Más allá de la sombra está tu cuerpo; más allá de tu cuerpo,
está tu mente; más allá de tu mente, está tu testigo... Descubre qué
está más allá del testigo.
Agradecido, el discípulo iba a volver a su hogar. Cuando se estaba alejando, el maestro le dijo:
—iAh!,
y recuerda que del mismo modo que tu cuerpo proyecta su sombra vestido o
desnudo, las cosas son tal cual son sin importar que las vivas sereno o
perturbado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario