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jueves, 6 de junio de 2013

La tortuga de piedra

Cuentan que en la región de Gangwon en la montaña de Cheongoksan hace decenas de años se erigía en su ladera un majestuoso templo budista del que hoy nadie recuerda nada. Sus ruinas y sus estatuas esperan en aquel lugar a que la suerte y la prosperidad vuelvan a esas tierras.

Dice la leyenda que en una cañada de esa montaña vivía una humilde familia que alcanzó la felicidad cuando la esposa dio a luz a la niña más bonita de la región. Esta niña acabó convirtiéndose en una hermosa joven a la que le preocupaba mucho más su maquillaje y su precioso cabello antes que ayudar a sus padres en los quehaceres domésticos. Reprimenda tras reprimenda la joven seguía sin prestar atención a sus mayores y estos, viendo sus súplicas ignoradas, decidieron no seguir reprochándole su comportamiento y dejarla hacer lo que quisiera, después de todo la vida alejada de la ciudad no era muy complicada.


Pasó el tiempo y cuando la primavera floreció en la montaña la hija consentida se ofreció a ir a buscar agua al manantial. Cuando ya comenzaba a atardecer la preocupación de los padres no hacía más que crecer, su hija no había vuelto a casa y las estrellas ya tintineaban en el firmamento. El matrimonio salió a la búsqueda de su hija sin encontrar su rastro a lo largo del sendero que conducía al manantial, de pronto un monje del templo cercano apareció tras unas matas de algodón y continuó su camino hacia la cima de la montaña sin ni siquiera dirigirles la mirada. Cual fue su sorpresa cuando su hija salió de los mismos matorrales cubierta de espinas y con los ropajes rasgados.

Abrazados maldijeron a los dioses que les habían otorgado una hija tan inocente y cruelmente bella, llegaron incluso a pensar en acabar con su vida pues la inocencia de aquella joven había sido mancillada pero tanta culpa como aquella desvalida joven la tenía el malvado monje budista que había posado sus manos en aquella piel blanca y pura. Aquel monje y el templo corrupto debían ser castigados.

La casualidad quiso que unas semanas más tarde una Mudang (Chamán, hechicera) caminase por las cercanías de su casa. El padre de familia le ofreció una gran cantidad de dinero para que diera con la forma de arruinar aquel templo donde se hospedaba el monje. La Mudang les aseguró que el templo se arruinaría si colocaban mirando hacia el Sur la gran tortuga de piedra que encabezaba la entrada al templo.

Al día siguiente el padre subió al templo y confesó a los monjes un sueño revelador que había tenido, “el espiritu de la Montaña de CheonGoksan se me ha aparecido en sueños y me ha dicho que si aquella Tortuga se voltea mirando hacia el Sur el templo y sus alrededores serán prósperos para siempre” dijo el hombre. Los monjes no hicieron esperar aquella maravillosa profecía por lo que esa misma tarde pagaron a varios campesinos para que volteasen la tortuga. Desde aquel día la vida del templo y de los que allí vivían fue arruinándose poco a poco hasta que todo fue muriendo lentamente hasta caer en el olvido.

Hoy tan sólo queda rastro de aquella Tortuga de Piedra, agachada, en silencio, con la mirada puesta en el horizonte del Sur.

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