Cuando murió el emperador, su hijo primogénito heredó al trono. Se
sintió amenazado por su hermano, a quien trató de eliminar para asegurar
la continuidad de su reinado.
Un día, el nuevo emperador citó en el palacio a su hermano, a quien le dijo:
—Aunque
somos hermanos, yo he tenido la suerte de ser coronado como emperador y
tú sigues siendo lo mismo que antes. Espero que respetes plenamente la
dignidad de la corona y te abstengas de cualquier actitud impropia que
pudiera perjudicarla.
El hermano súbdito despreciaba profundamente la estúpida soberbia del nuevo monarca. Sin embargo, lo respondió:
—Sí, Majestad. Seré lo más respetuoso posible. Pero el emperador se empeñó en inventar un cargo contra su potencial enemigo:
—Cuando
vivía nuestro padre, apreciaba mucho tus dotes literarias. Enseñaba tus
poemas y escritos a los cortesanos con grandes elogios. Pero yo siempre
he sospechado que plagiaste -a alguien y que tú en realidad no sabes
nada.
El hermano aludido se sintió indignado ante tal
provocación. Sin embargo, trató de controlarse para no dar pretextos al
emperador que buscaba alguna excusa para su desconfianza.
—Majestad, no he plagiado nunca nada de nadie. Todo lo que he escrito es original.
El emperador pareció cobrar interés por el tema:
—Entonces
te ordeno dar siete pasos aquí mismo. Al acabarlos, tienes que haber
terminado de componer un poema original. Si no puedes hacerlo, será una
prueba de tu mentira. Recibirás un merecido castigo por esa falsedad.
El
poeta se dio perfecta cuenta de que su hermano quería inventar una
falsa acusación para eliminarlo. Sin embargo, aceptó el desafió, porque
se sentía capaz de componer un poema dentro del tiempo de los siete
pasos:
Bueno, Majestad, espero que se digne darme un tema para improvisar esta composición.
El
emperador mal intencionado se sorprendió un poco por la conformidad de
su hermano. Sin embargo, decidió darle un tema difícil para
imposibilitar su tarea:
Bien, el título es «Hermanos». Pero en el poema que tú compongas no puede aparecer este término.
El
poeta mostró una serena sonrisa en su cara, decidido a componer un
poema satírico contra la crueldad de su hermano. Empezó a dar pasos
meditativos dentro de un ambiente tenso y arriesgado. Los cortesanos se
quedaron anonadados por la situación. Sin embargo, el poeta se mantuvo
inspirado recitando en voz alta sus versos conforme iba dando los pasos.
Eran siete pasos de vida o muerte.
Quemando tallos secos del haba,
se cuecen las habas, que sollozan en la olla: Hemos nacido de la misma raíz.
¿Por qué nos cuecen con tanta crueldad?
Terminó
el poema, pero aún le sobraban dos pasos. El emperador se sintió
aludido por la hiriente sátira de su hermano. Una compleja sensación de
vergüenza, odio, frustración y derrota le invadió todo el cuerpo, y con
voz trémula auguró:
—Lo has logrado. Puedes marcharte por hoy.
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