En una pequeña escuela de un pequeño pueblo chino perdido en las
montañas más altas, había un profesor que a la vez era monje. Al monje,
lo que más le gustaba era tomar aperitivos y dormir siestas. Todos los
días, después de las clases, él comía y comía hasta que no podía
prácticamente ni moverse. Poco después del comienzo de las clases él
siempre se tomaba una siesta y se dormía hasta que la campana del final
de la clase sonaba.
Una mañana, el pequeño Lee, el hijo de un pobre aldeano que estudia en la clase del monje, le preguntó:
- Profesor, ¿puedo preguntarle por qué se duerme siempre en las clases?
- Querido pupilo – respondió el monje sin ningún tipo de vergüenza- Esto no es exactamente así. Verás, durante los minutos que duermo, estoy en contacto con Buda y de este modo puedo escuchar las sabias palabras que me transmite. Por esa razón intento dormir todo lo que puedo.
Aquella noche Lee tuvo que cuidar a su padre que estaba enfermo, y por eso a la mañana siguiente se quedó dormido en clase. Se había quedado tan profundamente dormido que no había escuchado la campana de la escuela que ponía fin a la lección. Sin embargo, el monje sí que se despertó, y vio al muchacho durmiendo. Se enfadó muchísimo, fue hacia él y lo agarró de la oreja gritando:
- ¡Eh, tú, pequeño granuja! ¿Cómo has podido quedarte dormido en mi clase?
- Verá profesor – dijo nuestro pequeño amigo mientras se desperezaba – En realidad no es exactamente así. Estaba conectado con Buda, escuchando las sabias palabras que me transmitía.
- Ah, ya veo... ¿y se puede saber qué es lo que nuestro todo poderoso Buda te estaba diciendo?
- Pues mire, lo que nuestro todo poderoso Buda me ha dicho es: “Nunca, ni en toda mi larga y experimentada vida, he visto a tu profesor”.
Una mañana, el pequeño Lee, el hijo de un pobre aldeano que estudia en la clase del monje, le preguntó:
- Profesor, ¿puedo preguntarle por qué se duerme siempre en las clases?
- Querido pupilo – respondió el monje sin ningún tipo de vergüenza- Esto no es exactamente así. Verás, durante los minutos que duermo, estoy en contacto con Buda y de este modo puedo escuchar las sabias palabras que me transmite. Por esa razón intento dormir todo lo que puedo.
Aquella noche Lee tuvo que cuidar a su padre que estaba enfermo, y por eso a la mañana siguiente se quedó dormido en clase. Se había quedado tan profundamente dormido que no había escuchado la campana de la escuela que ponía fin a la lección. Sin embargo, el monje sí que se despertó, y vio al muchacho durmiendo. Se enfadó muchísimo, fue hacia él y lo agarró de la oreja gritando:
- ¡Eh, tú, pequeño granuja! ¿Cómo has podido quedarte dormido en mi clase?
- Verá profesor – dijo nuestro pequeño amigo mientras se desperezaba – En realidad no es exactamente así. Estaba conectado con Buda, escuchando las sabias palabras que me transmitía.
- Ah, ya veo... ¿y se puede saber qué es lo que nuestro todo poderoso Buda te estaba diciendo?
- Pues mire, lo que nuestro todo poderoso Buda me ha dicho es: “Nunca, ni en toda mi larga y experimentada vida, he visto a tu profesor”.
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