A medida que crecía el muchacho el cariño del raja por el iba en aumento, lo cual despertó la envidia de la otra esposa, que supo influir de tal manera en el animo del raja que este ordeno a Suniti y dhruva que se alejaran del reino para siempre.
Los había expulsado.
La pobre mujer con su hijito se retiro a una floresta donde pasaban los días alimentándose con hierbas y raíces. Sin embargo, dhruva iba creciendo y cada día era más hermoso.
Un día, y sin que ella pudiera esperarlo ni imaginarlo, dhruva pregunto a su dulce progenitora:
¿Quien es mi padre?
Suniti no tuvo valor para mentirle, considero además que ningún derecho moral le asistía para engañar a su hijo, revelándole su regia procedencia, pero sin quejarse del duro destierro que los dos les había impuesto el raja.
¡Quiero conocer a mi padre! Exclamo el muchacho.
Y se puso en camino hacia el palacio real.
Sin miedo alguno entro al salón del trono.
El débil raja reconoció en seguida a su hijo predilecto y, con gran alegría, lo sentó en sus rodillas besándole con ternura.
Pero, inesperadamente, apareció en la puerta la envidiosa esposa, que miro con ojos fríos y duros al raja, y este, tembloroso, bajo de sus rodillas a dhruva.
El niño quedo muy impresionado con esta escena.
Saliendo del palacio regreso a la floresta, donde la esperaba la paciente Suniti. Le contó con detalle lo que había sucedido, preguntándole después:
¿Conoces a alguien más poderoso que mi padre? El no es el valiente rey que me dijiste, ha temblado delante de una mujer...
Si hijo mío. Hay uno más grande y poderoso, que crío cuando existe. Tiene unos ojos hermosos cual flores de loto..., pero vive muy lejos, en el corazón de la floresta, guardia del tigre y escondite de la pantera...
A medianoche despertó dhruva murmurado:
¡Quiero conocer al rey de los ojos color flor de loto...!
Y marcho por la floresta, pero antes de abandonar a su madre, que dormía profundamente, rezo fervoroso:
¡Poderoso raja de los ojos color flores de loto, protege a mi madre!
Después de mucho caminar encontró dhruva unas chozas; era el lugar de penitencia de los siete Rishi, sabios penitentes sumidos en profunda meditación.
Con un ingenuo candor les pregunto el camino para llegar el corazón de la floresta, pues quería conocer a un poderoso rey.
Los sabios le indicaron el que debía seguir y dhruva prosiguió el viaje. No tenía noción del tiempo transcurrido desde que dejara a su madre. No sentía hambre ni sed... Al fin llego a un claro del bosque en cuyo centro se levantaba una colina, comprendiendo que había alcanzado su meta: pero ¿donde estaría el gran raja?
Subió jadeando a la cima y se sentó en espera de que apareciese el rey de los ojos como flores de loto.
Pero lo que apareció fue un tremendo tigre con las temibles fauces abiertas y rojas las pupilas ávidas de sangre. Iba a lanzarse sobre la criatura, cuando ella, con su decidido candor, pregunto:
¿Eres tú el gran rey que busco?
Y la fiera bajo amansada la poderosa cabeza alejándose en silencio, mas tarde llego un enorme oso, que quería saciar su hambre, pero... Al oír la voz de dhruva, volvió rápido la espalda y se escondió en la selva.
Y paso por allí el gran sabio Narada quien, enterado de los deseos del niño, le dijo:
Alza los ojos, muchacho, y concentra tu mente en el gran raja de los ojos como flores de loto..., sin duda lo encontraras...
Dhruva apoyo su cabeza rubia en las manos y quedo sumido en profunda meditación, susurrando:
¡OH, tu que tienes los ojos como flores de loto, manifiéstate a este niño!
En el corazón de la florita continua dhruva rezando, pero su espíritu no esta allí ya; se trasformo en brillante estrella, que brama Eligio para su placer.
Es la estrella polar, siempre quieta. Los siete Rishi forman hoy las siete estrellas de la osa menor de dhruva-tara, es decir, la estrella polar
Dhruva encontró al gran rey de los ojos como flores de loto en su corazón y quedo inmóvil contemplándolo, porque eran los ojos más bellos que nunca había visto.
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