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sábado, 1 de junio de 2013
Los hijos del Sol: Leyendas de la tribu paiwan
Las tribus aborígenes en Taiwan poseen una rica y variada cultura que distingue a cada grupo con rasgos muy definidos. Gran parte de esa cultura se expresa en sus concepciones artísticas, que generalmente están basadas en leyendas y tradiciones milenarias. Uno de los grupos, los paiwan, ha sido escogido por el Museo Nacional de Taiwan como el protagonista de una exhibición inaugurada el 23 del mes pasado que, sobre la estructura de las leyendas, introduce a los visitantes en un mundo con una cosmogonía muy particular y una intrínseca relación con la naturaleza. Es el mundo de la cultura paiwan.
Los paiwan cuentan con una población de más de 80 mil personas, dispersas en el sur de Taiwan, especialmente en el distrito de Pingtung, y en la parte sudeste, en el distrito de Taitung. Según los paiwan, la vida humana se originó gracias al sol. Existen varias versiones de las leyendas relativas a su origen. Una de ellas dice que en la antigüedad, el Sol se encontraba solo en el firmamento. Un día, se decidió bajar del cielo y recorrer la Tierra. Al llegar a un cuerpo de agua, el Sol plantó un huevo en ella. Un perro sediento comenzó a dar vueltas alrededor de la laguna, ladrando sin cesar. Entre más ladraba, más se secaba la laguna. Un gato juguetón escuchó al perro y se acercó a contemplar el huevo más grande del mundo. Como quería jugar con él, lo sacó a la luz. Con el calor de los rayos de sol, el huevo se partió y salió un bebé con la cara roja. Este era Rumuchi, el hijo del Sol.
Como vemos, los paiwan destacan su relación con el entorno, incluyendo los animales, en sus leyendas. Se considera que los paiwan fueron uno de los primeros pueblos que habitaron en Taiwan. Si bien no cuentan con una escritura formal escrita como la nuestra, sus registros se conservan en la memoria de las leyendas contadas y en los diseños especiales de sus bordados y tatuajes.
Los mismos paiwan tienen una leyenda acerca de su llegada a Taiwan. El grupo Kunaliau cuenta que vivían en una isla pequeña llamada Marairai, y llevaban una vida feliz en medio de un entorno natural abundante y próspero. Pero un día, fantasmas y demonios empezaron a atacarlos. Guiados por un bravo guerrero, el pueblo entero trató de luchar contra estos malos espíritus con un fuego sagrado, pero fueron derrotados; así que abandonaron su hogar en balsas. Tras vagar por un tiempo en el océano, llegaron a Taiwan.
Las leyendas de los paiwan abarcan no solamente los orígenes de la vida, sino también sus rituales, la muerte, historias de amor y experiencias de la vida, entre otros. La historia y la imaginación se entrelazan para formar una red que une a los habitantes de la comunidad. Por ejemplo, ya hemos mencionado que el Sol es considerado el padre de la humanidad, por lo que lleva el protagonismo en muchas de las leyendas. Según una de ellas, una tinaja de barro que se dejó afuera quedó embarazada del Sol y dio a luz al clan de la nobleza de los paiwan.
En otra versión, son dos huevos que se guardaron en una tinaja, custodiados por una víbora cien-pasos, los que dieron origen a la tribu. En todo caso, el uso de ciertas tinajas para realizar ceremonias específicas y solamente por la nobleza es justificado de esta manera.
Otro ejemplo de cómo la historia y la leyenda se entremezclan puede verse en las famosas cuentas de vidrio de los paiwan. Estas cuentas son usadas durante ritos y ceremonias especiales. También eran símbolos distintivos de estatus social o riqueza. No obstante, los paiwan no las produjeron. El origen de las mismas se perdió en el tiempo, y no se han hallado ejemplos similares a ellas en otras tribus de la isla, ni en el Sudeste Asiático. No existen evidencias de talleres de fabricación de cuentas en la isla, por lo que se presume que se intercambiaron o se trajeron a Taiwan de otros lugares. Sin embargo, para los paiwan, representan un tesoro cultural que apenas 30 años atrás aprendieron a fabricar por sí mismos, gracias a la experimentación guiada por uno de sus miembros, Umass Zingrur.
Como los paiwan mismos no conocen el origen de las cuentas, cada diseño tradicional tiene su propia leyenda. Por ejemplo, los paiwan relatan que en la antigüedad, el Sol se encontraba más cercano que ahora, por lo que hacía mucho calor. Un día, una mujer se puso a cocinar cinco semillas de mijo, y el vapor de estas empujó al Sol más lejos. Al verse separado de los seres humanos, el Sol comenzó a llorar, y sus lágrimas se convirtieron en las cuentas con el diseño llamado “lágrimas del sol”.
Las cuentas de los paiwan también sirvieron históricamente como moneda o para marcar pertenencia, pero este uso igualmente está justificado en las leyendas. Cuentan que en cierta ocasión uno de los jefes de una aldea estaba en conflicto con otros por asuntos de tierras. Un día, descubrió una colonia de hormigas cargando cuentas de vidrio laboriosamente. Extrañado, las siguió para saber de dónde las sacaban. Llamó a otros para cavar, y halló a las hormigas sacando las cuentas de una gran pila, así que las ayudó a transportarlas a su hogar y les construyó nidos en cada extremo. Entonces declaró que de un lado a otro de los hogares de las hormigas estaba su propiedad. Las cuentas que supuestamente movieron las hormigas tienen un diseño especial que representa tenencia y protección de la tierra.
Las cuentas “plumas de pavo real” son especialmente bellas. Estas representan una enternecedora historia de amor, en la cual un dios bajó a la tierra en forma de pavo real y se enamoró de la hija de un jefe tribal, quien se opuso a esta relación. El pavo real se alejó llorando de su amada, desperdigando cuentas de plumas de pavo real. Dichas cuentas fueron recogidas por el jefe, quien cambió de idea. En ese momento, el pavo real recobró su forma humana y pudo unirse a su amada.
En la exhibición llamada Los hijos del Sol: Leyendas de la tribu paiwan, se emplea un enfoque interactivo y moderno para acercar las leyendas antiguas a los visitantes actuales. Los propios paiwan han participado activamente, dando su opinión acerca de los distintos artículos e informaciones presentados. Inclusive, el día de la inauguración, lo primero que se hizo fue una ceremonia de bendición tradicional, en la que una chamán paiwan bendijo el museo, el recinto de la exposición y al director del museo, por su aporte a la difusión de la cultura de su pueblo.
Usando la última tecnología interactiva, el primer salón brinda una introducción a la historia y ubicación geográfica de la tribu paiwan. Varios videos, presentaciones por computadora, fotografías antiguas y gráficos nos explican el significado de los símbolos y tatuajes que emplean en su ropa y en su piel, así como eventos históricos importantes.
Un segundo salón está dividido en diversos y cómodos sillones reclinatorios, donde el visitante puede tenderse o sentarse tranquilamente a escuchar las leyendas relacionadas con la víbora cien-pasos, cuyos motivos adornan este lugar.
De ahí pasamos a un cuarto mágico, donde un chamán holográfico realiza una ceremonia tradicional de “limpieza” en un joven guerrero paiwan.
El salón dedicado a las cuentas viene presidido de un “anfiteatro tradicional”, que nos presenta en pantalla grande un documental sobre la ceremonia Maljeveq, importante evento que la tribu entera realiza cada cinco años. A su lado, hay cubículos individuales en los que el visitante puede escuchar las leyendas detrás del significado de cada cuenta.
De ahí, pasa a un área abierta donde los niños juegan a armar gigantescas cuentas y puede observar el diseño agrandado para entender mejor su significado.
Con esta muestra, el visitante puede aprender sobre la fantástica mezcla de historia e imaginación que componen las leyendas paiwan, y su impacto en la vida diaria de la tribu. También puede descubrir los valores que son base de estos motivos que se han mantenido a través de los siglos. Los paiwan son los guardianes de una cultura a la vez mística y práctica, de belleza fascinante y rica en símbolos, que comparten en esta exhibición hasta agosto del año entrante con todos los que deseen visitarlo
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