Érase una vez, en Japón, dos ratoncitos que se querían mucho. Tanto él como ella estaba muy enamorados, pero tenían un grave problema: el padre de la ratoncita que estaba obsesionado con la fuerza, quería casarla con el sol porque decía que el sol era el más fuerte del mundo.
Los dos ratoncitos no sabían qué hacer. Se amaban mucho pero sabían que el padre de la ratoncita jamás permitiría que se casara con un simple ratón.
Así estaban los dos ratoncitos lamentándose de su suerte, cuando una ratona ya anciana pasó por su lado. Al verlos tan tristes se acercó y les preguntó que qué les pasaba. Así la ratoncita le dijo:
“Mi padre, es muy bueno, pero un poco terco y quiere casarme con el más fuerte del mundo, que es el Sol. ¡Pero yo no amo al Sol! Yo quiero casarme con mi novio porque es a el a quien amo”
La anciana ratoncita les miró seriamente y luego sonrió. Se levantó y muy solemne dijo: “Voy a conversar con tu padre”.
Al cabo de caminar un rato, se encontró con el padre de la ratoncita y se le acercó.
-Buenos días, sr. Ratón
-Buenos días, Sra. Ratona. ¡Cuánto tiempo!- dijo el ratón.
- Me he entarado que quiere casar a su hija con el Sol, pero ¿de veras el sol es el más fuerte del mundo? Lo digo porque el sol se oculta tras las nubes.
-¡Es verdad! ¡Entonces tengo que casar a mi hija con una nube!
- Sí, pero las nubes pasan llevadas por el viento…
- Entonces ¿es el viento es el más fuerte del mundo?- preguntó el padre.
- No. Ni siquiera un viento fuerte puede pasar una pared de la forma en que nosotros la horadamos.
El sr. Ratón se quedó un momento pensativo y exclamó:
-Entonces, ¡nosotros somos los más fuertes del mundo! ¡Tengo que casar a mi hija con el ratón más fuerte entre todos los jóvenes!
Así, el padre decidió que su hija se tenía que casar con el ratón más fuerte del país y empezó una competición de fuerza entre todos los jóvenes. El joven ratón sentía que al menos tenía una oportunidad de casarse con su amada y se enfrentó al más fuerte de los ratones. Era imposible que él pudiera ganar pero no quería renunciar al amor de la ratoncita. En el combate, aunque él era el más débil, cada vez que se caía se volvía a levantar. Finalmente, el adversario, admirado por su fuerza de voluntad dijo:
-No puedo vencer a su fuerza de voluntad. Es increíble.
Así, el padre dijo al enamorado de su hija: ¡Cásate con mi hija.! ¡Una resolución firme es lo más fuerte del mundo!"
¡Los novios se pusieron muy contentos y vivieron felices para siempre!
Así estaban los dos ratoncitos lamentándose de su suerte, cuando una ratona ya anciana pasó por su lado. Al verlos tan tristes se acercó y les preguntó que qué les pasaba. Así la ratoncita le dijo:
“Mi padre, es muy bueno, pero un poco terco y quiere casarme con el más fuerte del mundo, que es el Sol. ¡Pero yo no amo al Sol! Yo quiero casarme con mi novio porque es a el a quien amo”
La anciana ratoncita les miró seriamente y luego sonrió. Se levantó y muy solemne dijo: “Voy a conversar con tu padre”.
Al cabo de caminar un rato, se encontró con el padre de la ratoncita y se le acercó.
-Buenos días, sr. Ratón
-Buenos días, Sra. Ratona. ¡Cuánto tiempo!- dijo el ratón.
- Me he entarado que quiere casar a su hija con el Sol, pero ¿de veras el sol es el más fuerte del mundo? Lo digo porque el sol se oculta tras las nubes.
-¡Es verdad! ¡Entonces tengo que casar a mi hija con una nube!
- Sí, pero las nubes pasan llevadas por el viento…
- Entonces ¿es el viento es el más fuerte del mundo?- preguntó el padre.
- No. Ni siquiera un viento fuerte puede pasar una pared de la forma en que nosotros la horadamos.
El sr. Ratón se quedó un momento pensativo y exclamó:
-Entonces, ¡nosotros somos los más fuertes del mundo! ¡Tengo que casar a mi hija con el ratón más fuerte entre todos los jóvenes!
Así, el padre decidió que su hija se tenía que casar con el ratón más fuerte del país y empezó una competición de fuerza entre todos los jóvenes. El joven ratón sentía que al menos tenía una oportunidad de casarse con su amada y se enfrentó al más fuerte de los ratones. Era imposible que él pudiera ganar pero no quería renunciar al amor de la ratoncita. En el combate, aunque él era el más débil, cada vez que se caía se volvía a levantar. Finalmente, el adversario, admirado por su fuerza de voluntad dijo:
-No puedo vencer a su fuerza de voluntad. Es increíble.
Así, el padre dijo al enamorado de su hija: ¡Cásate con mi hija.! ¡Una resolución firme es lo más fuerte del mundo!"
¡Los novios se pusieron muy contentos y vivieron felices para siempre!
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